lunes, 15 de octubre de 2007



Puedo comenzar las últimas carillas con descaro intrépido.
Con desparpajo y tronador; grito ahogado.
Como quien atragantado pide perdón. Con lágrimas.
Escuche por ahí tus consejos...
¿Cuánto más que yo de esto sabes?
Si eso era mío y no de a dos.
Mi monólogo preferido es el menos pensado, siempre.
Se esconde el búho por no asustar esta noche.
Las palabras brotan desbocadas, como el volcán escupe saliva.

Inesperadamente, en aquel charquito,
vi bailar tus sombras pegadas.
Te vi dos, como dos veces
cuando sacabas la vista de aquel cartel.
Los intereses de la patria no eran lo que llamaban
mas bien tus locas ganas de juventud hecha añicos,
al recordar cuanta melodía acechaba tanto susto.

Aquel día dijiste: "Si no doy la vida por esto..."
Y así te mate en vida. No podía esperar nada mas.
Las botas, el poncho, aquel simpático regazo
con formita de lechón.
Ya naides querrá venir a pasear al tiburón,
ya no, después de este último atracón.