sábado, 28 de julio de 2007

Domingo, el Amor de Pepe.

¿Eres justo, amable? ¿tu confianza se posa en esto? ¿eres amado por todos? debes saber que yo también lo fui. ¿Crees que tu sufrimiento sera menor porque amaste lo bueno, lo cierto?
Un hombre solo puede hacer una cosa. Encontrar algo que sea de el. Hacer una isla para si mismo. Si nunca te conozco en esta vida, dejame sentir la carencia. Una mirada de tus ojos y mi vida será tuya.

Extractos de The thin red line (Terrence Malick, 1998) que me alcanzo mi Amigo Lucas. Despidiose con "Las cosas son más simples de lo que uno cree." 02.19 am
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Mimos de la conciencia
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Confesiones vulgares de un Hombre que siente su vida desvanecer hasta crecer.
Hasta moriria hoy mismo, por paz. ¡Tormentas que dejan una sensación tan extraña!
Ya pasé por esto. ¿Por que no puedo simplemente decidir? Absurdo es que el palito titilando sea motivo de dolor de garganta. Opresión.

¡Vos también queres hacer cosas grandes! pero le decís distinto.
Estoy en cero. Otra vez.
Tengo que inventar algo, me pide Duende.
Un cuento.
Que sea corto.
Ok. Ahí voy.
El almacenero llamado Pepe era un hombre bueno. Nunca lo voy a olvidar. En el y en su mirada (detrás de sus grandes vidrios de anteojo) yacía una nobleza dignisima. Yo le di una vida sencilla, simple, austera, yo le di siesta, y un hijo único.
Ahora que pienso, nunca pensé si Pepe podría haber llegado a vivir un romance.
Pero si, vivió uno, muy apasionado. Todo Tandil ignora el Amor de Pepe. Allá no hay doble sentido y acá tampoco lo hay.
Miedo me da hablar sobre el Amor de Pepe. Miedo estático.
El sonríe a todos por igual y yo no puedo dejar de quererlo ni de idealizarlo.
Te juro que no necesita nada. Pepe es dueño del almacén, supongo que lo heredo.
No lo acosa ninguna ambición artística. Es muy atento, cuando trabaja únicamente trabaja. Lee para quedarse dormido, con los lentes puestos. No le importa su vestir, ni su dentadura imperfecta. No lo intriga descubrir el misterio de la noche, pero una luna llena, amarilla y baja lo hacen suspirar. La de hoy, sin ir tan lejos.
Baja las persianas siempre el. Y cuando lo hace piensa que le hubiese gustado contar desde un principio para saber que cantidad de veces lo hizo, imagina que 10.000, pero luego ríe y lo olvida. Siempre 10.000, piensa. Y luego ríe, y lo olvida.
La siesta es religión. El pan es sagrado. Los clientes, el sabe, cambian.
Piensa en cuantas señoras clientes habituales fallecieron. El almacén era parte de la vida de esas señoras.
Mira TV mientras come y comprende la ansiedad de su hijo por el ciclomotor que llaman moto. Pepe sale poco, camina poco. No se si tiene familia, no se quien le cocina, no se como es su habitación. Hace muchos años, pero muchos años, no visita un medico. Curiosamente, nunca se enferma, y nadie se da cuenta de esto.
No sé con quien se sienta a cenar en la época de las fiestas.
¿La grandeza de vivir todos los días como si fuesen uno mas o la grandeza de vivir cada momento como el último?
Es agobiante, de las dos formas.
El acostumbrarse a la vida, la apuballante intensidad de querer atrapar una porción de vida. Me falta el equilibrio.
Cuando veo una Madre entiendo algo más.
Cuando llega Domingo tengo las mismas preguntas.
Recuerdo que de niño Domingo era una terrible angustia por comenzar una semana escolar. Era el día con un silencio de fondo. Los olores de un Domingo eran distintos, las tardes ¡puf!. Los vientos, mirar por la ventanilla. Todo era distinto.
Las cosas se transforman en que hoy Domingo, yo quiero ser Domingo. Quiero morir un Domingo. ¡03:00 am!
¡Si pudiese ver que somos Uno! ¡Si quisiese ver que somos Uno!
Noche entre Vivekananda y Pessoa.
Invierno. Julio, 2007.
¿Cuanto perdurará este Espacio?
¿Quienes serán quienes lleguen a él?
Ni me atrevo a preguntar de que sirve esto.
Pero esto ya no soy yo.